martes, 14 de agosto de 2007

El Hombre-Niño (Parte 1)


No hay caso. He tratado de soslayarlo adjudicándole el fenómeno a los seres testiculares, ejemplificándolo con su comportamiento primitivo, zafio e infantil. Pero no, el caso es que también podría aplicar en mi el llamado síndrome del hombre-niño, puesto que, cuan enano tamborilero siempre he manifestado reticencias evidentes al fenómeno biológico-social de crecer, de emprender la aventura de la adultez.
Sin embargo, este fenómeno tiene dos vertientes que podrían diferenciarse por la implicación social del sujeto. En la primera, más propia de varones, correspondería a la identificación con el mocoso pelirrojo de Peter Pan, en la que algunos caen con la facilidad del rayo porque es la forma más cómoda y complaciente de vivir: los seres que aplican este cuento a su vida, rehuyen compromisos de toda índole al igual que responsabilidades propias de la vida adulta, como mantenerse en todo ámbito de cosas por si mismos.
Estos adolescentes peludos y eternos, suelen ser caprichosos, maniáticos y vagos. Pero, creo que no existirían fuera de los estratos socioeconómicos altos –y también en ellos-, si no fuera porque mi género femenino les provee de abundantes hormas de su zapato en la clásica – y odiada por mi- figura de la Wendy - cosa que a veces me hace pensar que fue nuestra funesta colaboración la que ayudó a difundir e implantar los duros cimientos del patriarcado machista…-.
Y, he aquí la otra cara de ese Peter Pan que todos hemos conocido alguna vez: la mujer que le aguanta y le hace todo al “niño”, al “gordiwawi”, al “cari”. Como el ejemplo sangrante de las madres de los Hikikomori japoneses, esos seres de ojos oblicuos que se niegan a volver a integrarse en la nefasta sociedad nipona y juegan todo la noche y día con la consola, mientras sus progenitoras jornada tras jornada les pasan su comida por debajo de la puerta. Así cualquiera se queda en su habitación sin volver a trabajar en su vida...
Por ello, si no fuera por esa tonta del culo, esa madre abnegada, esa chica modosa y fiel, esa sudamericana todoservicio que desea todo europeo machista, nadie aguantaría a ese ser egoísta, mezquino e inútil. Pero quién de nosotras no ha caído en la dulce locura de mimar a ese adolescente perpetuo, a ese chico freak tan mono y con conocimientos enciclopédicos, a ese músico y/o artista atormentado, que se siente incomprendido de forma sempiterna. Y nosotras, ¡cómo luchamos por él!, por cuidarlo y tenerlo a gusto, tratando de que se entere de que -aunque indignas-, si podemos vislumbrar un jirón de esa genialidad que se esconde en su rico interior. (continuará)…

1 comentario:

Unknown dijo...

Arriba!!!! , como que no hay un solo comentario? deja que lo lea y vas a ver!.......Javier