
En estas fechas señaladas, en que todo el mundo corre como oligofrénico tras su pelota sucia y rota, buscando regalos que impresionen durante milésimas de segundo al tirano malcriado que poblará la tierra en la próxima generación, he de hacer mi reflexión frente a los afanes de la humanidad al filo del año nuevo cristiano.
Cada vez me da más asco el mes de diciembre. Mes consumista donde los haya, con sus turrones -si están tan buenos por qué no los venden todo el año-, sus mariscos por las nubes, sus supuestas ofertas en juguetes, menaje y lo que se pueda comprar. Es decir, TODO. Y, por si no fuera poco, luego está enero con los reyes y las madres que los parieron.
Luego están las viejas, las madres y los tipos a quienes preguntan los de la tele -ralea donde los haya- sobre cómo llevan lo del IPC, la subida de los tipos de interés, de los piensos y los cereales. Ellos arguyen que se estresan en estas fechas, que la tarjeta hecha humo, que los mariscos y las carnes para la cena están por las nubes, que no soportan las cenas familiares ni a sus parientes, que las consolas y sus respectivos juegos están carísimas, mecagonlostía!
Y yo me preguntó, ¿es obligatorio entrar en esta dinámica? Y mi única y contundente respuesta es NO. ¿Es necesario hacer regalos carísimos so pena de que el mocoso te mire feo durante un tiempo? No. ¿Es obligatorio, bajo pena de presidio perpetuo si no se cumple, el comprar mariscos para las cenas de fin de año? No. ¿Es absolutamente imprescindible asistir a las comilonas con parientes insoportables -porque los parientes son los únicos que no se eligen-, para empezar bien otra jornada anual? No. ¿He de ir a una fiesta donde haré lo que hago todos los fines de semana, pero pagando una burrada por garrafón y cotillón, para no ser excluido socialmente? Pues a mi parecer no.

Sin embargo, la dinámica se retroalimenta con las imágenes de la caja tonta: luces feas por segundo año consecutivo en el centro, que cada vez se encienden antes; gentuza que corre como ganado a New York, jo tía!, porque el dólar supuestamente está tirado y hay que venir cargados de bolsas de marca; subnormales profundos disfrazados de reporteros que en programas varios te muestran lo más "in" del consumismo navideño, etc. En general, la estrategia de feedback en los medios de comunicación se puede resumir en bombardeo continuo y descarado de incitación al consumo. Incluso en los informativos, que bajo la frase consigna de "los expertos opinan sobre el producto x", incluyen publicidad encubierta justo después de los deportes -con los hombres de casa todavía enganchados a la tele y la parienta esperando las noticias "familiares" de relleno-.
Luego, está esa hipocresía tan de estas fechas, de pensar que la gente es buena, que no hay que enojarse y de que la navidad poco menos que limpia el pecado -como si los regalos fueran "indulgencias"-. Y, qué hay de esas personitas que reprueban tu disposición tan negativa hacia la navidad, a regalar cosas y a las reuniones familiares -a mi entender, uno de los pilares de la mala hostia primigenia-, mientras te cuentan cómo fue su odisea de caminar cargados de paquetes por Gran Vía en año pasado el 23 y el mismo 24 de diciembre, tía!, con la emoción y la sonrisa en sus caritas...
¡¡¡Ay!!! ¿Cuándo vendrá la civilización racional, inteligentísima, precognitiva y eficiente que, por votación unánime de todas las civilizaciones del universo, se encarguen de vaporizarnos en un nanosegundo, salvando con ello a todos los demás seres vivos de todos los mundos existentes?
En fin. La gente me abruma.
Hay que sacar a Fifí a hacer pis con el frío que hace y comprar tofu.
Cada vez me da más asco el mes de diciembre. Mes consumista donde los haya, con sus turrones -si están tan buenos por qué no los venden todo el año-, sus mariscos por las nubes, sus supuestas ofertas en juguetes, menaje y lo que se pueda comprar. Es decir, TODO. Y, por si no fuera poco, luego está enero con los reyes y las madres que los parieron.
Luego están las viejas, las madres y los tipos a quienes preguntan los de la tele -ralea donde los haya- sobre cómo llevan lo del IPC, la subida de los tipos de interés, de los piensos y los cereales. Ellos arguyen que se estresan en estas fechas, que la tarjeta hecha humo, que los mariscos y las carnes para la cena están por las nubes, que no soportan las cenas familiares ni a sus parientes, que las consolas y sus respectivos juegos están carísimas, mecagonlostía!
Y yo me preguntó, ¿es obligatorio entrar en esta dinámica? Y mi única y contundente respuesta es NO. ¿Es necesario hacer regalos carísimos so pena de que el mocoso te mire feo durante un tiempo? No. ¿Es obligatorio, bajo pena de presidio perpetuo si no se cumple, el comprar mariscos para las cenas de fin de año? No. ¿Es absolutamente imprescindible asistir a las comilonas con parientes insoportables -porque los parientes son los únicos que no se eligen-, para empezar bien otra jornada anual? No. ¿He de ir a una fiesta donde haré lo que hago todos los fines de semana, pero pagando una burrada por garrafón y cotillón, para no ser excluido socialmente? Pues a mi parecer no.

Sin embargo, la dinámica se retroalimenta con las imágenes de la caja tonta: luces feas por segundo año consecutivo en el centro, que cada vez se encienden antes; gentuza que corre como ganado a New York, jo tía!, porque el dólar supuestamente está tirado y hay que venir cargados de bolsas de marca; subnormales profundos disfrazados de reporteros que en programas varios te muestran lo más "in" del consumismo navideño, etc. En general, la estrategia de feedback en los medios de comunicación se puede resumir en bombardeo continuo y descarado de incitación al consumo. Incluso en los informativos, que bajo la frase consigna de "los expertos opinan sobre el producto x", incluyen publicidad encubierta justo después de los deportes -con los hombres de casa todavía enganchados a la tele y la parienta esperando las noticias "familiares" de relleno-.

Luego, está esa hipocresía tan de estas fechas, de pensar que la gente es buena, que no hay que enojarse y de que la navidad poco menos que limpia el pecado -como si los regalos fueran "indulgencias"-. Y, qué hay de esas personitas que reprueban tu disposición tan negativa hacia la navidad, a regalar cosas y a las reuniones familiares -a mi entender, uno de los pilares de la mala hostia primigenia-, mientras te cuentan cómo fue su odisea de caminar cargados de paquetes por Gran Vía en año pasado el 23 y el mismo 24 de diciembre, tía!, con la emoción y la sonrisa en sus caritas...
¡¡¡Ay!!! ¿Cuándo vendrá la civilización racional, inteligentísima, precognitiva y eficiente que, por votación unánime de todas las civilizaciones del universo, se encarguen de vaporizarnos en un nanosegundo, salvando con ello a todos los demás seres vivos de todos los mundos existentes?
En fin. La gente me abruma.
Hay que sacar a Fifí a hacer pis con el frío que hace y comprar tofu.
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